Mar
a dentro
“No vayas fuera, vuelve a ti mismo. En el
hombre interior habita la verdad” San Agustín, con esta frase quisiera
invitarlos a hacer un viaje dentro de uno, ir descubriendo de forma intima este
llamado que Dios nos hace de forma individual, ese llamado que resuena en lo
profundo del corazón y que a veces no sabemos cómo llamarlo y qué hacer con lo
que sentimos. Por eso les propongo reflexionar
y meditar “la pesca milagrosa” Lucas 5, 1-11, lo leemos en silencio y despacio
al texto.
El
texto nos habla que Jesús predicaba
cerca del lago de Genenesaret y viendo dos barcas amarradas al borde del lago
pide a Pedro para subir a su barca y enseñar desde la barca a la gente, cuando
termino de hablar dio la indicación a Pedro de ir mar a adentro y echar las
redes. Meditemos como Jesús se nos acercar amistosamente. El tiene la
iniciativa de ir hacia nosotros, quiere entablar un dialogo, pero para tener un
dialogo más profundo es necesario primero sacar los símbolos y así encontrar de
forma más intima a Jesús.
- El mar: es el mundo donde estamos,
Jesús nos invita a ir adentro con El hacia nuestra interioridad y ahí
descubrir nuestra riqueza y nuestra
pobreza, nuestros límites para soportar la pesca, para mantener el barco.
- La barca: es nuestra vida, es
necesaria aquí hacer un ejercicio de ir al interior y ver como esta nuestra
“barca”, que hay en mi embarcación y que me gustaría que haya.
- La red: es lo que une a los hombres
con la iglesia, la red se va construyendo como una telaraña, sostenida por cada
uno en un extremo, de lo más tensa posible sobre ella se depositan determinados
objetos pesados, que simbolizan situaciones de los hombres de hoy, conformamos
una red solida que sostenemos entre todos.
A
Jesús le sigue mucha gente que la oyen pero le hace falta persona que lo dejen
todo para seguirlo, que vallen mar adentro para echar las redes y juntar a los
hijos de Dios. Jesús se hace invitado en la barca de Pedro que no le niega un
servicio pero Jesús necesita más, necesita apóstoles para enviarlos en su
nombre.
Hagamos
el ejercicio de invitarlo a Jesús a nuestra barca, de estar a solas con El mar
adentro, mirarlo y mirarnos, escucharlo en silencio, sentir como la brisa suave
va empujando nuestra barca, como el espíritu va soplando. Meditemos unos
minutos.
Jesús
nos habla interiormente en nuestro corazón, ahí nos muestra sus planes y sueños
para con nosotros, nos muestra su plan de amor en nuestra vida, solo nos pide
docilidad, estar abierto a Él, no cerrarnos a su llamada, estar dispuestos a un
cambio, así como Jesús cambia los planes de los apóstoles y les muestra su
eficacia de confiar en su palabra,
asimismo quiere transformar nuestra de vida de pescadores a pescadores de
hombre; si bien los apóstoles tuvieron miedo de abandonar todo lo que tenían,
aun que no era mucho era su vida
(trabajo, familia, su pasado de pescadores) el llamado de Jesús rompía sus
miedos y les impulsaba a dar el paso encontrando fuerza en el encuentro con
Jesús y su compañía.
Jesús
sube a nuestra barca, nos ayuda y dirige, nos da su luz en la oscuridad a través
de su palabra que actúa de faro, no hay mar que nos aleje de su presencia, El
camina sobre las aguas si es necesario, y como a Pedro, nos tiende una mano
para que no nos hundamos.
Que
al final de esta meditación podamos elevar a dios una oración de agradecimiento
y alabanza por subir a nuestra barca y ser nuestro acompañante.
Diego Corbalan
Prenovicio, OSA
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