Promoción vocacional

"Por amor al carisma recibido y para que nuestra Orden pueda continuar debidamente su misión en la Iglesia, no sólo debemos recibir con agrado a los que se sienten llamados por Dios y piden ingresar entre nosotros, sino también promover las vocaciones en todas las regiones donde trabaja la Orden" (Constituciones N° 186).

sábado, 23 de mayo de 2015

Pentecostés

Especial de Pentecostés
Inicio de la Iglesia Católica, fiesta que se celebra 50 días después de la Pascua, 24 de mayo de 2015


Origen de la fiesta

Los judíos celebraban una fiesta para dar gracias por las cosechas, 50 días después de la pascua. De ahí viene el nombre de Pentecostés. Luego, el sentido de la celebración cambió por el dar gracias por la Ley entregada a Moisés.

En esta fiesta recordaban el día en que Moisés subió al Monte Sinaí y recibió las tablas de la Ley y le enseñó al pueblo de Israel lo que Dios quería de ellos. Celebraban así, la alianza del Antiguo Testamento que el pueblo estableció con Dios: ellos se comprometieron a vivir según sus mandamientos y Dios se comprometió a estar con ellos siempre.

La gente venía de muchos lugares al Templo de Jerusalén, a celebrar la fiesta de Pentecostés.

En el marco de esta fiesta judía es donde surge nuestra fiesta cristiana de Pentecostés.

La Promesa del Espíritu Santo

Durante la Última Cena, Jesús les promete a sus apóstoles: “Mi Padre os dará otro Abogado, que estará con vosotros para siempre: el espíritu de Verdad” (San Juan 14, 16-17).

Más adelante les dice: “Les he dicho estas cosas mientras estoy con ustedes; pero el Abogado, El Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, ése les enseñará todo y traerá a la memoria todo lo que yo les he dicho.” (San Juan 14, 25-26).

Al terminar la cena, les vuelve a hacer la misma promesa: “Les conviene que yo me vaya, pues al irme vendrá el Abogado,... muchas cosas tengo todavía que decirles, pero no se las diré ahora. Cuando venga Aquél, el Espíritu de Verdad, os guiará hasta la verdad completa,... y os comunicará las cosas que están por venir” (San Juan 16, 7-14).

En el calendario del Año Litúrgico, después de la fiesta de la Ascensión, a los cincuenta días de la Resurrección de Jesús, celebramos la fiesta de Pentecostés.

Explicación de la fiesta:

Después de la Ascensión de Jesús, se encontraban reunidos los apóstoles con la Madre de Jesús. Era el día de la fiesta de Pentecostés. Tenían miedo de salir a predicar. Repentinamente, se escuchó un fuerte viento y pequeñas lenguas de fuego se posaron sobre cada uno de ellos.

Quedaron llenos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas desconocidas.

En esos días, había muchos extranjeros y visitantes en Jerusalén, que venían de todas partes del mundo a celebrar la fiesta de Pentecostés judía. Cada uno oía hablar a los apóstoles en su propio idioma y entendían a la perfección lo que ellos hablaban.

Todos ellos, desde ese día, ya no tuvieron miedo y salieron a predicar a todo el mundo las enseñanzas de Jesús. El Espíritu Santo les dio fuerzas para la gran misión que tenían que cumplir: Llevar la palabra de Jesús a todas las naciones, y bautizar a todos los hombres en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Es este día cuando comenzó a existir la Iglesia como tal.

¿Quién es el Espírtu Santo?

El Espíritu Santo es Dios, es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. La Iglesia nos enseña que el Espíritu Santo es el amor que existe entre el Padre y el Hijo. Este amor es tan grande y tan perfecto que forma una tercera persona. El Espíritu Santo llena nuestras almas en el Bautismo y después, de manera perfecta, en la Confirmación. Con el amor divino de Dios dentro de nosotros, somos capaces de amar a Dios y al prójimo. El Espíritu Santo nos ayuda a cumplir nuestro compromiso de vida con Jesús.

Señales del Espíritu Santo:

El viento, el fuego, la paloma.

Estos símbolos nos revelan los poderes que el Espíritu Santo nos da: El viento es una fuerza invisible pero real. Así es el Espíritu Santo. El fuego es un elemento que limpia. Por ejemplo, se prende fuego al terreno para quitarle las malas hierbas y poder sembrar buenas semillas. En los laboratorios médicos para purificar a los instrumentos se les prende fuego.

El Espíritu Santo es una fuerza invisible y poderosa que habita en nosotros y nos purifica de nuestro egoísmo para dejar paso al amor.

Nombres del Espíritu Santo.

El Espíritu Santo ha recibido varios nombres a lo largo del nuevo Testamento: el Espíritu de verdad, el Abogado, el Paráclito, el Consolador, el Santificador.

Misión del Espíritu Santo:
  • El Espíritu Santo es santificador: Para que el Espíritu Santo logre cumplir con su función, necesitamos entregarnos totalmente a Él y dejarnos conducir dócilmente por sus inspiraciones para que pueda perfeccionarnos y crecer todos los días en la santidad.
     
  • El Espíritu Santo mora en nosotros: En San Juan 14, 16, encontramos la siguiente frase: “Yo rogaré al Padre y les dará otro abogado que estará con ustedes para siempre”. También, en I Corintios 3. 16 dice: “¿No saben que son templo de Dios y que el Espíritu Santo habita en ustedes?”. Es por esta razón que debemos respetar nuestro cuerpo y nuestra alma. Está en nosotros para obrar porque es “dador de vida” y es el amor. Esta aceptación está condicionada a nuestra aceptación y libre colaboración. Si nos entregamos a su acción amorosa y santificadora, hará maravillas en nosotros.
     
  • El Espíritu Santo ora en nosotros: Necesitamos de un gran silencio interior y de una profunda pobreza espiritual para pedir que ore en nosotros el Espíritu Santo. Dejar que Dios ore en nosotros siendo dóciles al Espíritu. Dios interviene para bien de los que le aman.
     
  • El Espíritu Santo nos lleva a la verdad plena, nos fortalece para que podamos ser testigos del Señor, nos muestra la maravillosa riqueza del mensaje cristiano, nos llena de amor, de paz, de gozo, de fe y de creciente esperanza.
     
El Espíritu Santo y la Iglesia:

Desde la fundación de la Iglesia el día de Pentecostés, el Espíritu Santo es quien la construye, anima y santifica, le da vida y unidad y la enriquece con sus dones.
  • El Espíritu Santo sigue trabajando en la Iglesia de muchas maneras distintas, inspirando, motivando e impulsando a los cristianos, en forma individual o como Iglesia entera, al proclamar la Buena Nueva de Jesús.
Por ejemplo, puede inspirar al Papa a dar un mensaje importante a la humanidad; inspirar al obispo de una diócesis para promover un apostolado; etc.
  • El Espíritu Santo asiste especialmente al representante de Cristo en la Tierra, el Papa, para que guíe rectamente a la Iglesia y cumpla su labor de pastor del rebaño de Jesucristo.
  • El Espíritu Santo construye, santifica y da vida y unidad a la Iglesia.
  • El Espíritu Santo tiene el poder de animarnos y santificarnos y lograr en nosotros actos que, por nosotros, no realizaríamos. Esto lo hace a través de sus siete dones.
Los siete dones del Espíritu Santo: 

Estos dones son regalos de Dios y sólo con nuestro esfuerzo no podemos hacer que crezcan o se desarrollen. Necesitan de la acción directa del Espíritu Santo para poder actuar con ellos.
 
  • SABIDURÍA: Nos permite entender, experimentar y saborear las cosas divinas, para poder juzgarlas rectamente.
     
  • ENTENDIMIENTO: Por él, nuestra inteligencia se hace apta para entender intuitivamente las verdades reveladas y las naturales de acuerdo al fin sobrenatural que tienen. Nos ayuda a entender el por qué de las cosas que nos manda Dios.
     
  • CIENCIA: Hace capaz a nuestra inteligencia de juzgar rectamente las cosas creadas de acuerdo con su fin sobrenatural. Nos ayuda a pensar bien y a entender con fe las cosas del mundo.
     
  • CONSEJO: Permite que el alma intuya rectamente lo que debe de hacer en una circunstancia determinada. Nos ayuda a ser buenos consejeros de los demás, guiándolos por el camino del bien.
     
  • FORTALEZA: Fortalece al alma para practicar toda clase de virtudes heroicas con invencible confianza en superar los mayores peligros o dificultades que puedan surgir. Nos ayuda a no caer en las tentaciones que nos ponga el demonio.
     
  • PIEDAD: Es un regalo que le da Dios al alma para ayudarle a amar a Dios como Padre y a los hombres como hermanos, ayudándolos y respetándolos.
     
  • TEMOR DE DIOS: Le da al alma la docilidad para apartarse del pecado por temor a disgustar a Dios que es su supremo bien. Nos ayuda a respetar a Dios, a darle su lugar como la persona más importante y buena del mundo, a nunca decir nada contra Él.
     
Oración al Espíritu Santo 

Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor; envía Señor tu Espíritu Creador y se renovará la faz de la tierra.
OH Dios, que quisiste ilustrar los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo, concédenos que, guiados por este mismo Espíritu, obremos rectamente y gocemos de tu consuelo.
Por Jesucristo, nuestro Señor
Amén.

domingo, 3 de mayo de 2015

Elja 2015. Homilía de Clausura

HOMILIA MISA DE CLAUSURA
ENCUENTRO LATINOAMERICANO DE JOVENES AGUSTINOS
BUENOS AIRES 2015 - BENAVIDEZ

Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que los aman, de aquello que él llamó según su designio…Dios nuevamente ha cumplido su palabra y ha dispuesto todas las cosas para que pudiéramos encontrarnos y vivir estos días de fraternidad, bien agustinianos, bien de raza agustina. Y todo lo hizo para el bien de nosotros, sus hijos amados. A la luz de las palabras de Pablo, cómo no leer e interpretar este encuentro como una caricia de Dios, como fruto de su providencia divina, como fruto del amor que Dios nos tiene y no se cansa nunca de demostrárnoslo. En su designio quiso que nos encontráramos, agustinos venidos de todas las partes de Latinoamérica para hacernos sentir su llamado, para hacernos sentir que el nos ha elegido para mas.  

Te elegí para mas… nos susurra Jesús a nuestros oídos. Nos lo hemos repetido tantas veces entre nosotros…Te elegí para más es la frase que poco a poco ha ido calando hondo en nuestro corazón y que ahora, en este momento de clausura, espera producir sus frutos. Pero antes de pasar a los frutos, nos permitamos un último momento para volver sobre estas palabras con las que Jesús ha querido hablarnos en este encuentro. Sobretodo los invito a pensar ahora en la última parte de la frase, en el para más. ¿Qué significa para más? ¿qué es lo que Dios quiere decirnos eligiéndonos para más?

Más, en la lengua latina, tiene dos posibles vocablos, sinónimos entre sí. El primero es el adverbio latino conocido por todos como Plus que significa algo que excede, que está fuera de lo normal,  algo fuera de lo acordado, es el sobresueldo. El plus es en otras palabras lo que marca o hace la diferencia. Esto quiere decir que cuando Jesús nos llama, nos elige, nos separa, lo hace para que seamos diferentes, para que marquemos un diferencia, para que seamos testigo de algo nuevo, para que seamos el plus de Dios. ¿Por qué tus discípulos, le preguntaban los fariseos a Jesús, no se purifican, no observaban el sábado, no son como los discípulos de Juan? No porque eran revolucionarios, ni tampoco trasgresores de la ley, sino porque sus vidas habían sido marcadas por el encuentro con Jesús que los había hecho diferentes. El encuentro con Jesús nos cambia la vida, nos saca de la rutina, de lo de siempre para hacernos entrar en la dinámica de lo nuevo.  Y desde eso nuevo, nos llama a ser signo, a ser ese plus, a ser profetas, a ser esos “bichos raros” que se interrogan e interrogan a los demás con sus vidas. La comunidad agustiniana siguiendo el modelo de las primeras comunidades, que con su vida despertaban el estupor y la admiración, no puede negociar de ninguna manera este plus y terminar mezclándose y siendo lo mismo que los demás. El pueblo de Dios tiene hambre de lo nuevo, de la novedad del Evangelio y Jesús nos envía a comunicar esa novedad…eso nuevo y por eso nos ha elegido para más. Queridos jóvenes no tengamos miedo a lo nuevo. Dejémonos tocar por aquel que hace todas las cosas nuevas. Seamos en medio de nuestra sociedad signo, fermento de la novedad del evangelio.

El segundo termino latino utilizado para más es el adverbio magis que significa grande. Te elegí para más tiene por tanto también el significado de una llamada a ser grandes. La elección de Jesús es para una grandeza…El nos ha elegido para que seamos grandes, para cosas grandes, para que aspiremos, para que deseemos cosas grandes. El Papa Francisco en un discurso a los jóvenes les recordaba que el corazón del ser humano aspira a grandes cosas, a valores importantes, a amistades profundas. El ser humano aspira a amar y ser amado. Esta es la aspiración más profunda, nuestra aspiración: amar y ser amado. Agustín reconoce en sus confesiones que lo único que buscaba en su vida era amar y ser amado, se descubre deseando esta grandeza y esto es lo que él le llamaba como felicidad. En su vida había descubierto otras grandezas, pero ninguna de ella llegó a saciarlo como la de ser amado por Dios y amar a los demás.

Eligiéndonos, el Señor ha sembrado en nosotros ese deseo del amor que mantiene inquieto nuestro corazón hasta no descanse en el amor de Dios que es lo más grande que hay. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos y ustedes son mis amigos. Jesús nos ha hecho suyos para amarnos…y cuánto nos cuesta creerlo…creámoslo porque es verdad...y nos eligió para amar como él nos amó. El envío de Jesús es un envío del amor para el amor: mi mandamiento es que se amen los unos a los otros como yo los he amado y por eso y para eso nos ha elegido para más…para esa grandeza. Agustín ha descubierto en esta grandeza el peso de su vida, su sentido, su dirección…mi amor es mi peso y por el soy llevado a dondequiera que vaya. En el amor ha querido fundamentar su proyecto de vida comunitaria porque es sólo el amor que puede hacer de muchas almas y muchos corazones, una sola cosa. La vida comunitaria, la fraternidad, la amistad tiene sentido porque nos hacen aspirar hacia lo grande…porque nos permiten vivir plenamente el doble mandamiento de Jesús del amor a Dios y el amor al prójimo, el primero y el más grande de todos los mandamientos.

Jóvenes agustinos no nos dejemos ni apagar ni robar nunca este amor que nos inflama, que nos hace ser grandes, que nos hace ser uno como el Padre y el Hijo son uno, que nos hace ser comunidad, que nos hace ser hermanos, amigos de Dios, que nos hace ser verdaderamente felices, que nos realiza plenamente. No dejemos que nos confundan ni nos engañen vendiéndonos otras grandezas, ni cambiemos la grandeza de Dios por otras grandezas, grandes por fueras, pero pequeñas por dentro. Ni tampoco le tengamos miedo a su amor y a comprometernos con él. Dios te quiere…y qué bueno se siente cuando uno es querido por Dios; dejáte querer y sé instrumento de su amor.


Te elegí para más…, pido a Dios que nunca nos olvidemos de estas palabras y que al regresar a nuestras comunidades podamos susurralas a los demás de modo que juntos podamos despertar al mundo al amor de Dios, a esta grandeza, a este plus que como bien lo dice la palabra es un derroche de Dios que en su bondad nos quiso regalar.