II Domingo de Cuaresma
Evangelio Lucas 9:28-36
Reflexión
Queridos hermanos, en este segundo domingo de
cuaresma, contemplamos la Palabra de Dios lo que nos introducirá en el misterio
de la transfiguración de Jesús, donde él nos muestra su gloria.
Haciendo memoria del primer domingo de
Cuaresma, la Palabra de Dios nos recuerda el relato de las tentaciones de Jesús
en el desierto, en el que él se nos muestra
como verdadero hombre. En este domingo, lo contemplamos como
verdadero Dios, nos muestra su divinidad
y nos da la esperanza de saber que en esta cuaresma Él es el camino.
La aparición de Moisés y Elías, dos
personajes importantes en el antiguo testamento, remarca simbólicamente la Ley
y los Profetas. Moisés representa la Ley, dado que a él le fueron entregadas
las tablas de los Mandamientos y Elías es uno de los primeros Profetas del
Antiguo testamento.
Seguidamente aparece la voz
del cielo que dice: “este es mi hijo, el escogido escúchenlo”. Según Heriberto
Rivas, en uno de sus libros sobre este acontecimiento, explica que la Ley y lo
Profetas deben cederle paso a Jesús, Él es el nuevo camino que reemplaza el
antiguo. Jesús como verdadero cumplimiento de la Ley y de las innumerables
profecías en el Antiguo Testamento.
Observamos por tanto como se nos muestra que Jesús, viene a traernos la renovación de una nueva
alianza, Él es el Mesías al único que hay que escuchar.
Luego escuchamos como pedro
le plantea a Jesús armar carpas para quedarse allí (¿Dónde?). Ésta situación
puede parecerse a nuestra realidad, cuando encontramos un lugar cómodo y
confortable, y preferimos no movernos de ese lugar. El lugar es símbolo de
nuestra zona de confort, y no queremos arriesgarnos a salir de ella. Pedro
puede representarnos cuando, en nuestra vida aceptamos a Cristo pero nos
olvidamos de lado que nos genera incomodidad.
Podemos recordar las
palabras de San Juan Damaceno, Obispo y doctor de la Iglesia, en oratoria de la
transfiguración:
“No
te conviene, pedro, que Cristo permanezca allí. Porque si hubiera permanecido
allí, no hubiese podido cumplirle lo que te había ofrecido, ni hubiese podido
obtener las llaves del Reino de los Cielos, ni la tiranía de la muerte hubiese
sido abolida. No busques antes de tiempo la felicidad, como Adán la
edificación. Ya vendrá el día en que contemples sin cesar ese semblante y
habites con Aquel que es la Luz y la Vida”.
El seguimiento de Cristo, no
nos propone un sacrificio destructor de hombre, sino una lucha para despojarnos
de aquello que nos impide llegar a ser en plenitud hijos de Dios; el
seguimiento de Cristo garantiza la entrada en la Gloria, a la que él penetro a
través de su pasión.
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